Finalmente, llegamos a este punto, en diciembre, luego de haber trabajado desde febrero, en el que alcanzamos el final de los cursos 2015. No es momento ahora, ya iniciada la muestra de fin de año, de ser solemnes, fundamentalmente porque no es nuestro estilo, pero especialmente porque no queremos quitar alegría y ritmo a este encuentro.
Es un año especial, como sabemos. Porque egresa nuestra primera generación de estudiantes, aquella con la que iniciamos este liceo. Con ellos ya estuvimos hablando el viernes, cuando inauguramos la biblioteca del subsuelo. Porque pasamos a ser el Colegio y Liceo Santa María de la Ayuda. Y por último es diferente, en lo personal, porque ésta será mi última Fiesta de Fin de Cursos como Directora de esta Institución.
Por todo lo anterior, pero especialmente por todo lo que trabajamos este año, en el que tuvimos como lema el que está pintado en nuestro muro del patio “TÚ ME LLAMAS, AQUÍ ESTOY”, es momento de comenzar a “cerrar” este año, dedicado a la Vocación.
Cerrar un año… cerrar una puerta, para abrir otras, convencidos de que, como dice Galeano, “hay un único lugar donde el ayer y el hoy se encuentran, se reconocen y se abrazan. Ese lugar es el mañana”. Cerrar un año, haciendo un balance del trabajo realizado, basados en la premisa de que “educar no es fabricar adultos según un modelo, sino liberar en cada hombre lo que le impide ser él mismo, realizarse” (Reboul), y que “la enseñanza que deja huella no es la que se hace de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón”.
Estos jóvenes que egresan hoy, deberán vivir en un mundo diferente al de nuestra juventud. Un mundo automatizado, en el que la creatividad, y la capacidad de trabajar en equipo, deberán conjugarse con su conocimiento. En este nuevo mundo, lo importante no será su capacidad para recordar respuestas, sino su capacidad para formular preguntas.
¿Nuestro consejo? Si en algo aporta, recuerden los valores compartidos. En primer lugar, ser solidarios. Recuerden que “la vida es muy peligrosa, no por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”; por tanto, no sean indiferentes frente al otro. Estén siempre dispuestos a cambiar; el mundo está lleno de personas dispuestas a cambiarlo, pero muy pocas se comprometen a cambiarse a sí mismas. Sean tolerantes; recuerden que ninguno de nosotros es perfecto, que “todos somos muy ignorantes, lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas” Sean exigentes con Uds. mismos, porque es un requisito para poder exigir a los demás. Ejerciten siempre su espíritu crítico. Dialoguen, propongan, no impongan; dialogar implica siempre escuchar al otro, estar abiertos al intercambio. No se guíen por la necesidad de obtener la aprobación de los demás, sino en función de lo que Uds. mismos se propongan lograr con sus vidas; no dejen que alguien les diga que no pueden… pueden, si se lo proponen. Procuren ser felices, y en tal sentido, recuerden que, “hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen los milagros, y otra es creer que todo es un milagro” . Estén siempre a tender su mano, regalen siempre una sonrisa, no ahorren en afecto, que no se gasta nunca. Y sean honestos, firmes en sus convicciones: defiendan siempre aquello que consideren justo, aún en una época que condena más el fracaso que la injusticia, al decir de Galeano. No siempre será fácil lo que les propongo, si lo fuera cualquiera lo haría.
Uds. son el futuro, son el cambio….Gracias por habernos permitido compartir esta etapa de sus vidas. Gracias a los compañeros docentes que nos permitieron llevar adelante este sueño, que dijimos en 2013, sentíamos era guiado por María, que nos sigue acompañando en nuestro hacer, y en nuestro corazón… Gracias a las familias, por seguir confiando en nosotros. Gracias a la Comisión de padres, con la que contamos en todo lo que emprendimos. Gracias a mi familia, que me apoyó incondicionalmente. Y muchas gracias a Monseñor Sturla, por su confianza al obsequiarme la oportunidad de iniciar este proyecto.
Nos vamos en silencio, por respeto a la Comunidad educativa, y porque no hace falta agregar nada más: “sólo los tontos creen que el silencio es un vacío; no está vacío nunca”. Me llevo el corazón cargado de cariño, de gratitud, de alegría, y convencida, a mis 52 años, de que si tropecé, es porque estaba caminando…y vale la pena caminar, aunque a veces nos caemos. El futuro nos dará la oportunidad de reencontarnos, si Dios quiere. Será hasta entonces.
GRACIAS, Y QUE LA VIRGEN LOS ACOMPAÑE.
Prof. Elisa M. Rodríguez
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