domingo, 25 de enero de 2015

Propósitos para un mejor año escolar.

Tomado de lafamilia.info

Algunas veces reforzamos estas sugerencias ofreciéndoles premios al terminar el año si cumplen con nuestras expectativas.Al comenzar el año escolar muchos padres hacemos toda serie de recomendaciones a nuestros hijos para que les ayuden a tener un año académicamente exitoso y sin mayores contratiempos. "Este año harás las tareas a tiempo”, “marcarás todos los libros para que no se te pierdan”, “cuidarás tus uniformes”, “llegarás puntual", etc.

Más efectivo que sugerirle a los menores los planes que deben hacer al comenzar el año escolar, es que los padres tengamos algunos propósitos, que si se llevan a cabo, seguramente contribuirán no sólo al éxito académico de los menores sino a la paz y tranquilidad del hogar. 
 
Estos podrían ser, por ejemplo:
  • Me concentraré en enseñar a mi hijo a que sea respetuoso, honesto y responsable, y dejaré que la profesora se ocupe de enseñarles lectura, escritura, ciencias y matemáticas.
  • Recordaré que si trato de evitar que mi hijo tenga problemas en el colegio por su incumplimiento u olvido de los deberes académicos, lo único que logro es que aprenda a eludir su responsabilidad ante a los mismos.
  • No llevaré al colegio tareas, libros, trabajos o viandas olvidadas en casa, aunque mi hijo me llame suplicando que lo haga.
  • No compraré nuevos libros, útiles o uniformes que mi hijo pierda o dañe por descuido, y le haré pagar con sus ahorros la reposición de los mismos.
  • Inscribiré a mi hijo en una sola actividad después del colegio (deportes, música, etc.) a lo máximo, y sólo si él o ella lo desea y va bien en sus estudios.
  • No esperaré que mi hijo se destaque en todo. Aceptaré sus debilidades tanto como sus fortalezas, recordando que entre más aceptado por mi se sienta mejor será su capacidad para enfrentar sus fallas y superar sus fracasos.
  • Inculcaré a mi hijo que lo importante no es ser mejor que los demás sino hacer todo dando lo mejor de sí mismo, cualquiera que sea el desempeño de sus compañeros.
  • No justificaré ni disculparé a mi hijo cuando no entregue una tarea a tiempo sin causa muy justificada, así por mi falta de intervención o compasión le vaya mal en una materia o pueda ganarse una sanción severa.
  • No seguiré creyendo que cualquier problema, debilidad o falla de mis hijos es culpa mía o reflejo de mis propios defectos como persona. Recordaré que son ellos quienes deben decidir si aprovechan las oportunidades que se les presentan, sabiendo que muchos niños salen adelante aún en situaciones más adversas que las que ellos puedan estar enfrentando.
  • Sólo permitiré que mi hijo o hija vea televisión o se entretenga con videojuegos por un tiempo muy limitado al día, durante los días de la semana, para que tenga tiempo suficiente para estudiar, jugar y descansar.
  • Señalaré el esfuerzo y aplaudiré el progreso de mi hijo en los estudios y no me concentraré tan sólo en los resultados o calificaciones. Primero los felicitaré por sus buenas notas y luego discutiremos las medidas aconsejables para mejorar las deficientes.
  • Asistiré a las reuniones de padres de familia y ayudaré generosamente con el colegio en todas las actividades que desarrolle para beneficio de sus alumnos.
  • Colaboraré con los profesores y procuraré que mis hijos los respeten, pero no asumiré sus funciones ni me convertiré en el substituto del profesor en mi casa.

viernes, 23 de enero de 2015

Las relaciones conyugales y su influencia en los hijos

Tomado de lafamilia.info


"Si en la pareja hay armonía, los niños crecerán en un ambiente sano". Hay varios componentes que caracterizan a una pareja armónica. El primero y fundamental es el amor. El amor es la base sobre la cual se construye la vida conyugal. Cuando el amor se enfría o desaparece, la vida de la pareja se resquebraja.

El amor trae consigo la felicidad, el buen humor, el deseo de vivir y de transmitir esa alegría a los que nos rodean, especialmente a los hijos. Una pareja feliz se nota en los gestos, en la mirada y en su forma de actuar.

Cada uno de los miembros de la pareja debe tener la libertad suficiente para elegir y decidir qué es lo que quiere hacer, y ambos deben intentar que se realice. El hecho de que uno de los dos se sienta frustrado, o que por culpa del otro no pueda realizar lo que verdaderamente quisiera, provoca un resentimiento que, a la larga, perjudicará la vida común.

Poder compartir plenamente la vida con su cónyuge, comentar, participar de los problemas y alegrías del otro, hacen que la vida de pareja alcance su plenitud. Todo esto ayuda a una buena comunicación.

Es importante que ambos discutan los criterios educativos que se aplicarán a los hijos. Deben llegar a un acuerdo y no deben contradecirse en presencia de los hijos.

La familia tiene una función importante: la función educadora, que sólo se puede desarrollar de manera armónica y progresiva, si existe una relación igualmente armónica y progresiva entre los cónyuges.

¿En qué se reconocen los hijos de una pareja armónica?

Podemos describir a un niño sano, de una pareja armónica, de la siguiente manera:

Es equilibrado: no presenta demasiados altibajos en su comportamiento, y exterioriza sus emociones normalmente.

Es sociable: es capaz de relacionarse con los que lo rodean. No presenta una timidez excesiva, ni agresividad marcada o irritabilidad.

Presenta un desarrollo armónico: va adquiriendo las características que corresponden a cada edad. Crece en todos los aspectos: físico, social, afectivo, intelectual y moral, de manera normal y tranquila.

Tiene un buen rendimiento escolar: el niño aprende fácilmente, no tiene trabas ni bloqueos que impidan el aprendizaje.

Suele ser maduro afectivamente: sabe cómo relacionarse con las personas que lo rodean. Soporta las frustraciones que se le puedan presentar, y resuelve situaciones que a veces son conflictivas.

No suele tener problemas de lenguaje: aprende a hablar a su tiempo. No tartamudea y se expresa correctamente.

No siempre se dan todas las características anteriores en un niño sano psicológicamente, hijo de una pareja bien constituida. Todo padre debe reflexionar acerca de ellas, porque son los objetivos de la educación de los hijos.

Todos hemos aceptado el principio de que no hay amor más grande que el de los padres por sus hijos, pero basta con la observación cotidiana, para evaluar lo grande que también es el amor de los niños por sus mayores. Es un amor absoluto y feliz, sin reservas ni angustias. Un amor hecho de confianza y adoración, de fe en la perfección de la persona que se ama.

Esto se da en niños pequeños para quienes el mundo es un lugar de juego, poblado de seres infalibles que saben nutrir, abrigar, mimar, curar los males, enseñar muchas cosas, resolver las dificultades, apartar lo que lastima, elogiar, y a veces castigar.

Esta maravillosa confianza subsiste hasta que el adulto lo traiciona y el niño lo advierte. Aparece entonces, la primera mentira del niño, aunque sea pequeñísima, dictada por el recuerdo de un castigo no comprendido o desproporcionado, y más tarde el primer secreto confiado a un amigo y no a los familiares, a quienes ya se teme o se desconfía.

En el niño, estos cambios se producen poco a poco, y sin que él mismo se dé cuenta. Pero no faltan las desilusiones violentas y reveladoras, cuando advierte, por ejemplo, que los adultos discuten con frecuencia, que se complacen en pequeñas intrigas, y que hablan mal de personas, que no obstante, son queridas y simpáticas.

El niño comprende mucho más rápido y de manera profunda, y sufre con más intensidad de lo que comúnmente se cree, mientras que los padres lo consideran demasiado pequeño para entender sus conversaciones y discusiones.

Cuando las preocupaciones son el tema dominante de las conversaciones, cuando la actitud de los mayores se vuelve tensa, y el ambiente familiar se satura, el niño se siente confuso y culpable de vivir.

Con frecuencia se emplea, en presencia del niño, un lenguaje excesivo, melodramático, que le da la impresión de que él es un peso y hasta un ser indeseable. No es raro escuchar expresiones como: “Vete a tu cuarto. Mamá y yo tenemos que hablar”. “Los niños no deben oír las conversaciones de los mayores”. “Yo no puedo salir, debo quedarme en casa a cuidar a los niños”. “¡Qué cansancio!. Estos niños me agotan”.

Es indispensable que los niños sientan a su alrededor una atmósfera de felicidad, y sepan que ésta se debe a ellos, a su presencia. Los niños no solamente tienen necesidad de alimento, sino de todo un clima de afecto y seguridad, que normalmente proporciona el amor recíproco y visible de los padres. Por lo tanto, es evidente que la primera víctima de los conflictos conyugales, es el hijo.

Entre las situaciones más penosas para el niño, se encuentra la separación de sus padres. En el plano afectivo, las consecuencias del divorcio son evidentes. Los hijos de parejas separadas suelen tener problemas educativos y de afectividad.

Hay otras situaciones que afectan a los niños, como son las compensaciones y defensas de sus padres frente a los conflictos de pareja. Por ejemplo, el olvido, las actividades sociales muy frecuentes, la ocupación profesional exagerada y la huida en el alcohol.

RECORDEMOS… son los padres con sus actitudes, los que más van a influir a la conducta y la personalidad del niño, puesto que son los que, en primer lugar, constituyen el medio en que se desenvuelven los niños.

Si efectivamente son las conductas de los padres las que más influyen en el niño, es evidente que educar a un hijo es igual a educarse a sí mismo, nunca se debe discutir delante de los hijos, ni lanzar expresiones que puedan resultar confusas o dolorosas para el niño.

jueves, 22 de enero de 2015

Cuatro formas de hacer felices a los hijos.

Tomado de lafamilia.info

Todos los padres aceptan que no hay amor más grande que el que se tiene por los hijos. Y ese amor comprende además el gran anhelo de hacerlos felices. Sin embargo algunos padres suelen perder el foco del significado de la felicidad y olvidan que para hacer felices a sus hijos, no se necesita ni el mejor colegio, ni una casa grande, ni una tablet, ni seguirles todos su caprichos. Por eso proponemos cuatro formas muy sencillas que todos los padres tienen a su alcance para hacer felices a sus hijos.

1. Dedicarles tiempo

Podemos darles el último móvil o llenarlos de juguetes, pero si como padres no les dedicamos tiempo de calidad a los hijos, jamás les haremos felices.

Pero no se trata de una mera presencia física, va mucho más allá: es jugar con ellos al llegar a casa, es leerles un libro o inventarles un cuento, es cenar todos juntos en familia, es apoyar al adolescente en sus gustos y con palabras de cariño descifrar sus temores, es reírse a carcajadas, es darles un abrazo, es escucharlos y dejar a un lado el whatsapp o la noticia del momento, es enseñarles a montar en bici o a ayudarles a pintar una flor… Es así como se hace feliz a un hijo, son esos momentos los mejores regalos que un padre le puede dar.

2. Tener un buen matrimonio

“Los niños no solamente tienen necesidad de alimento, sino de todo un clima de afecto y seguridad, que normalmente proporciona el amor recíproco y visible de los padres. Por lo tanto, es evidente que la primera víctima de los conflictos conyugales, es el hijo.”

De ahí que el mejor regalo de un padre/madre para sus hijos, es amar al cónyuge. Un hogar armonioso es clave para que los hijos crezcan sanos emocionalmente.

3. Darles valores

Los valores son la base de su felicidad presente y futura. Un niño que ha sido formado bajo el respeto, la disciplina, la voluntad, el agradecimiento, el esfuerzo, por nombrar sólo algunos, será un adulto capacitado para afrontar diferentes situaciones, tanto satisfactorias como aquellas retadoras. Y una persona que sabe afrontar la vida con entereza, aprenderá a encontrar la felicidad en medio de ella. La felicidad es también una actitud de vida, y así se les debe enseñar a los hijos.

4. Ser sus padres, no sus amigos

“No queremos verles la cara larga, que nos digan que somos anticuados, distintos a los padres de sus compañeros, que somos 'mala onda'. En realidad, queremos ser papás buena onda, aparecer como evolucionados y esto nos hace ser tremendamente ambiguos en nuestra forma de educar; nos cuesta decir que no. Nos vamos en cuarenta explicaciones, somos los reyes de los 'depende', con lo que metemos a los niños en una red de inseguridades que les impide conocer qué es correcto y qué no y todo parece permitido.” Explica la sicóloga chilena Pilar Sordo en Las consecuencias de ser “papá - amigo”.

Amar a los hijos es decirles “no”, es posponer sus deseos, es motivarlos a esforzarse, es ponerles límites, es mostrarles sus fallas y ayudarles a corregirlas... Esto lo hace un padre, no un amigo. Por eso decimos que los padres deben lograr una relación de confianza mas no de amistad: la autoridad educa, la amistad desvía el objetivo educativo.

miércoles, 21 de enero de 2015

¡Paciencia! Evite perderla con sus hijos.

Tomado de lafamilia.info.


De un momento de descontrol emocional y falta de paciencia, pueden salir palabras y actos desafortunados que afectan tanto a los hijos como a los padres. Y es que dentro de todo lo maravilloso que implica formar un hijo, también surgen momentos difíciles que retan a los adultos a poner en práctica su formación como padres, y la propia madurez.

“Al corregir hay que dominar la ira, o por lo menos dominarla. Mantener sereno el espíritu, evitar la dureza o el desprecio en la mirada, y las palabras hirientes.” Señala el autor Javier Abad Gómez en uno de sus escritos. Y es que el cansancio, el estrés, los problemas, el desconocimiento de la labor educativa, las limitaciones del carácter; son algunos de los factores que hacen vulnerables a los progenitores, pues es natural que durante el proceso educativo de los hijos, se presenten situaciones frustrantes que ponen a prueba a los adultos no sólo como padres, sino como seres humanos.

Por eso la necesidad de cultivar la paciencia, la cual provee el autodominio cuando no se puede controlar una situación determinada. Así que por el bien de los hijos y de los padres, se debe evitar perder la paciencia, las siguientes tácticas ayudan en este propósito:

Sea paciente con usted mismo. Para ser paciente con los demás, primero hay que ser paciente uno mismo. Esto implica aprender a auto-regularse, es decir, a respirar profundo y actuar de manera calmada y respetuosa.

Sea firme pero no violento. Una autoridad asertiva es aquella que siempre parte del respeto; sin gritos, palmadas ni malas palabras. La firmeza es la facultad que tienen los padres para lograr una respuesta adecuada por parte de sus hijos. Un tono serio al emitir una orden y sostenerse en la decisión tomada, son algunos ejemplos.

Señale el comportamiento, no la persona. Es diferente decir: “eres muy desordenado” a decir “tu habitación está desordenada”. Cuando continuamente se le señalan las faltas a los hijos de forma negativa, ellos terminan aceptando ese comportamiento como parte de su personalidad sin la necesidad de cambiar ese mal hábito.

Los hijos saben cuando sus padres han perdido los estribos. Saben que pueden desestabilizarlos y así logran su objetivo. “Cuanto más lenta y plácidamente nos expliquemos, mayor atención captaremos”. Sugieren Pedro García Aguado y Francisco Castaño, escritores del libro «Aprender a Educar» en entrevista con ABC Familia. Los autores también aconsejan no perseguir nunca al niño por la casa gritándole, sino situarnos delante de él y explicarle lo que esperamos de él.

Trate de reducir la tensión. Un momento acalorado puede finalizar muy mal si no se ejerce el autocontrol que se necesita en ese instante. Por eso existen técnicas que ayudan a bajar la tensión como por ejemplo frenar la conversación, contar hasta diez y respirar profundo, tomar asiento y bajarse a la estatura del niño para lograr un contacto visual. En el caso de los hijos adolescentes, es importante analizar la situación, bajar el tono de voz y “saber escuchar” su estado de ánimo. Los chicos a esta edad, les cuesta expresar adecuadamente sus emociones, de ahí que los padres deban ser más maduros que ellos, no “igualarse” a su comportamiento y así lograr captar sus emociones.

Identifique un acto caprichoso de uno real. A los padres les cuesta apartarse al ritmo de aprendizaje, especialmente en la infancia. Por ejemplo, es normal que un niño de dos años se tarde para comer o para ir al baño. Sin embargo, también hay momentos que no quieren comer y se vuelven juguetones. Así que identificar cuándo es real y cuándo es capricho, es fundamental para saber cómo actuar.

Cambiar por ellos y para ellos. El amor paternal es tan poderoso que puede ser el impulsor de un cambio importante en la personalidad, haciendo que las limitaciones se conviertan en fortalezas.

martes, 20 de enero de 2015

Las consecuencias de ser “papá - amigo”

Pilar Sordo. Tomado de lafamilia.info.

“Me toca ver cómo los papás han ido perdiendo el control sobre los hijos” afirma la reconocida psicóloga chilena Pilar Sordo en este artículo, quien recuerda que la autoridad de padre no se puede convertir en amistad, pues pierde todo sentido. A continuación publicamos apartes del escrito.


Algo pasó con nuestra generación, la de los cuarenta. Parece que no nos gustó cómo nos educaron o, lo que puede ser peor, no supimos agradecer todo lo bueno que ésta tuvo. ¿Por qué? Se preguntarán ustedes. Lo que pasa es que los adultos renegamos de la educación que nos dieron y decidimos cambiarla por completo.
Es como si hubiéramos dicho algo así: 'lo pasé tan re mal con mis padres estrictos; me faltaron tantas cosas cuando niño; tuve un padre tan complicado y distante, que yo no quiero que mis hijos pasen por lo mismo. Por eso yo, como papá y mamá, les voy a dar todo lo que pueda, porque quiero que ellos sean felices'.
Así nació una generación de padres distintos. Esto, además, apoyado por ciertas corrientes psicológicas que planteaban en forma errónea que los padres debían ser amigos de sus hijos. Esta frase tan internalizada en nuestra sociedad apunta y lo quiero dejar en claro desde ya, a que los padres deben ser cálidos e incluso ser 'buena onda' con los hijos; lo que pasa es que tiene que privilegiarse el rol educador. Yo soy mamá y mi función es educar a mis hijos, y eso muchas veces es una pega agotadora en la que tengo que poner límites, tomar decisiones por ellos que muchas veces no les gustan, decir que no muchas veces al día, y mantener una consistencia educativa que traspase mis palabras, que esté amparada en los hechos.
Gran parte de los problemas que tienen nuestros hijos hoy, como la escasa motivación por los estudios, baja tolerancia a la frustración, la impaciencia y esta 'lata' generalizada, con una sensación de soledad inmensa, se debe a que a los padres se nos olvidó ser autoridad. Nosotros somos los que mandamos en la casa, nos guste o no; nosotros decidimos qué se come o no se come, por lo menos, la mayoría de las veces; nosotros decidimos si nuestros hijos van o no a ver a sus abuelos, porque si no, ellos no lo van a hacer por propia voluntad y, por lo tanto, van a crecer sin historia y sin valorar la experiencia.

Pérdida de control
Me toca ver cómo los papás han ido perdiendo el control sobre los hijos, y dicen cada vez más frecuentemente frases como: 'No sé qué hacer con mi hija', y cuando pregunto la edad, me entero de que tiene dos años y medio; yo no sé lo que pretenden hacer cuando la niña tenga 15 años. También es frecuente escuchar a padres que les dicen a los profesores: Dígale usted que se corte el pelo, porque a mí no me va a hacer caso. O dicen: ¿Cómo lo obligo a hacer esto o aquello si no tiene ganas?
La razón de todo este modo de funcionamiento se debe a un sinnúmero de factores, entre los más importantes están: la tendencia generalizada a evitar cualquier tipo de conflicto. Con tal de no verle la cara larga a nuestro hijo somos capaces de hacer lo que él quiere. Evitamos los conflictos todo el día, según nosotros porque tenemos muchos problemas por fuera de nuestras casas como para tener adentro de ellas y, por lo mismo, transamos en lo único en lo que no debiéramos hacerlo: La educación de nuestros hijos.
Otro factor es el supuesto poco tiempo que pasamos con nuestros hijos. Digo supuesto porque, en realidad, si un papá tiene una hora para ver las noticias, tiene en realidad una hora para estar con sus hijos, lo que pasa es que prefirió ver las noticias.

Miedo a ser mala onda
El tema de ser padres-amigos de nuestros hijos tiene muchas aristas, algunas son sociológicas, como las que de alguna manera explicaba antes, pero también tiene que ver con lo sensibles que somos los adultos de hoy al rechazo de nuestros hijos. No queremos verles la cara larga, que nos digan que somos anticuados, distintos a los padres de sus compañeros, que somos 'mala onda'. En realidad, queremos ser papás buena onda, aparecer como evolucionados y esto nos hace ser tremendamente ambiguos en nuestra forma de educar; nos cuesta decir que no. Nos vamos en cuarenta explicaciones, somos los reyes de los 'depende', con lo que metemos a los niños en una red de inseguridades que les impide conocer qué es correcto y qué no y todo parece permitido.
Las consecuencias de ser papás-amigos son muchas: los niños no tienen un referente distinto de sus amigos para educarse, desarrollan una pésima tolerancia a la frustración porque los padres no les dicen que no, y si lo hacen, cambian fácilmente con ciertas manipulaciones.
Los hijos se transforman en manipuladores porque ya saben que pueden hacer lo que quieran, todo está en cómo lo pidan. Al final, los adolescentes se sienten solos y poco seguros porque en un principio es entretenido tener papás así, pero con el tiempo ellos empiezan a sentir que necesitan de alguien que los guíe porque si no, se mueren de angustia.
Los niños, en su desarrollo sano, necesitan límites, disciplina y conductas fijadas por los padres, mezclado con el afecto: es la fórmula para una buena educación. Ternura y disciplina parece ser la clave. Más aún, es importante que se tenga claro que mientras más claro es un padre o una madre en su forma de educar, más expresiva y libre para
En general, de acuerdo con mi experiencia, me topo frecuentemente con estos papás-amigos que no saben cómo salir del embrollo en que se metieron un poco producto de su visión cortoplacista de 'total ya van a crecer', 'son niños', ' le ponen mucho color', etc., y cuando quieren poner límites cuando son más grandes, es demasiado tarde.
Existe otro porcentaje de papás que, aunque me duela decirlo, no está 'ni ahí' con educar a sus hijos; esos que contratan radiotaxi los fines de semana por la 'lata' de tener que ir a buscarlos. Esos niños que están literalmente 'a la que te criaste', sin ninguna norma. Y estos padres tienen la “patudez” de decir que confían en sus hijos y por eso no les ponen límites. También existen, los que están tratando de ser amigos con sus hijos y les dicen a todo que bueno. ¿Cómo no les van a comprar celular si todos tienen? Capaz que el hijo se traume, sin entender que le están diciendo que vale desde que lo tiene y no antes.
Papás que les dan permiso para todo, que fuman con los hijos, que toman con ellos para que 'aprendan', que les financian los piercing y la ropa más rara que les piden. Papás que les permiten a sus hijos, por miedo al rechazo, que reciban amigos en sus piezas, entendiendo que ellos necesitan 'privacidad' y no son capaces de decir que para eso está el living y no las camas.
Estos papás-amigos no colocan límites, pero tampoco dan mucho cariño, no abrazan porque van a ser rechazados, no dicen 'te quiero' por temor a hacer el ridículo y, por lo tanto, tampoco son consistentes en la forma de educar.
Por supuesto que existen los que lo están haciendo bien, que ponen límites, que retan cuando hay que retar, que cumplen los castigos y también lo bueno, que entregan afectos, que tocan, que besan, aunque los adolescentes los rechacen, ya que entienden que eso es una pose y que no quiere decir que no lo necesiten. Son papás que entran a las piezas de sus hijos aun cuando la puerta esté cerrada, que dicen 'te quiero', pero con la misma claridad son capaces de decir que no, aunque eso implique tener al 'niño' o la 'niña' con cara larga varios días. Quizás es porque entienden que la educación es una siembra diaria, en la que la cosecha no se ve de inmediato, y que, por lo tanto, hay que preocuparse día a día.

Apartes de un artículo de la autora y psicóloga chilena Pilar Sordo

jueves, 15 de enero de 2015

¿Hijos perezosos?: cómo educar en el esfuerzo.

Tomado de lafamilia.info

No existe el dinero fácil, ni el trabajo fácil, ni el éxito fácil, ni las relaciones fáciles, ni la vida fácil. La vida supone retos constantes que requieren del esfuerzo de las personas para lograr lo que se quiere y bajo esta primicia debemos formar a los hijos. Las siguientes lecciones se deben convertir en nuestras luchas diarias como padres y educadores.

Lo cómodo y lo fácil
La comodidad y el confort son los reyes del momento. Aunque no conviene estigmatizar, es cierto que todo ha ido cambiando para hacer que el hombre cada vez se esfuerce menos. Un ejemplo simple y cotidiano que da cuenta de ello, es el poco o nada de esfuerzo que deben hacer ahora los estudiantes para realizar sus labores escolares: todas las respuestas están a tan solo un clic. Por eso decimos que los avances del mundo moderno tiene muchas ventajas, pero también algunas consecuencias no tan positivas:
“Esta idea supone un costo que afecta de forma especial a los niños y jóvenes. Observamos que los niños presentan una incapacidad alarmante (a nuestro juicio) para soportar esfuerzos. Incapacidad que supone consecuencias muy negativas para la persona como sentimientos de impotencia y conformismo; la no valoración de las cosas y, consecuentemente, la incapacidad de disfrutar de ellas y falta de entusiasmo.
Estos factores pueden desembocar en conductas de riesgo como el consumo de sustancias asociadas a la obtención de placer fácil o bien para poder soportar el esfuerzo que supone la realización de determinadas actividades: ir de marcha sin cansarse, comer sin engordar, etc.” Explican Mª. Ángeles Pérez y Francisco Rodríguez, especialistas en el tema.

La actitud de los padres
Cuando los padres acostumbran a los hijos a hacerles todo, los hijos se acostumbran a no hacer nada. También se podría adaptar la misma frase al verbo “dar”: si los padres les dan todo, los hijos se acostumbran a no ganarse nada, y además creen que merecen todo.
Esto nos dice que algunas actitudes de los padres impiden que los hijos verdaderamente se esfuercen por obtener las cosas, abriendo así las puertas a la mediocridad, la pereza, el facilismo, la comodidad, la incapacidad, la negligencia.

La educación de la voluntad
Los expertos señalan la necesidad de evitar la formación de una personalidad débil, caprichosa e inconstante. “Al no haber luchado ni haberse esforzado a menudo en cosas pequeñas, tienen el peligro de convertirse en no aptos para cualquier tarea seria y ardua en el futuro. Y, la vida está llena de este tipo de tareas.”
En la educación de la voluntad, se ayuda a los hijos a controlar sus impulsos y deseos, de forma que sean capaces de postergar las gratificaciones y tolerar la frustración. Para ello es importante no ceder a sus caprichos, invitarlos a que se tracen proyectos a mediano y largo plazo, favorecer la realización de actividades que supongan esfuerzo y perseverancia, dosificar los regalos, no permitir que dejen las cosas sin acabar, mostrarse pacientes y constantes con ellos.

4 Criterios para fomentar en los niños el valor del esfuerzo
Los autores citados con anterioridad, proponen estos cuatro criterios para que los padres los tengan siempre presentes y se propongan trabajar en ellos:
1. El ejemplo tiene una gran importancia, especialmente el de los padres. Los chicos necesitan motivos valiosos por los que valga la pena esforzarse y contrariar los gustos cuando sea necesario. Hay que presentar el esfuerzo como algo positivo y necesario para conseguir la meta propuesta: lo natural es esforzarse, la vida es lucha.
2. Es necesario cierta exigencia por parte de los adultos. Con los años, es lo deseable, se transformará en autoexigencia. Hay que plantear metas a corto plazo, concretas, diarias, que los adultos puedan controlar fácilmente: ponerse a estudiar a hora fija, dejar la ropa doblada por la noche, acabar lo que se comienza, etc.
3. Las tareas que se propongan a los niños han de suponer cierto esfuerzo, adaptado a las posibilidades de cada uno. Que los chicos se ganen lo que quieren conseguir. Las tareas tendrán una dificultad graduada y progresiva, según vayan madurando. Conseguir metas difíciles por sí mismos, gracias al propio esfuerzo, les hace sentirse útiles, contentos y seguros.
4. Muchas veces el fracaso será más eficaz que el éxito en la búsqueda de una voluntad fuerte. Y es que a nuestro entender, son dos los conceptos claves para la promoción del esfuerzo: voluntad y motivación.
Educar en el valor del esfuerzo es uno de los mejores regalos que los padres les pueden dar a sus hijos, pues así les están preparando para que sean adultos exitosos y felices.


"El secreto de mi felicidad está en no esforzarse por el placer, sino en encontrar el placer en el esfuerzo.” André Gide.

sábado, 10 de enero de 2015

Fiesta del Bautismo del Señor.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que hoy nos dice: "Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección."

Celebramos hoy la Fiesta del Bautismo del Señor, es decir, el momento en que Jesús pide a Juan Bautista ser bautizado. Ciertamente que Jesús no necesitaba el bautismo de conversión que predicaba Juan, pero es una muestra más de la pedagogía divina de querer ser igual a nosotros en todo, menos en el pecado. Este episodio marca un hito en la vida de Jesús, al punto de que después de este hecho Jesús comienza su proclamación del Reino.

Juan Bautista lo había anunciado:"Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias.
Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo".
Y en el momento de bautizar a Jesús se produce esta manifestación de Dios que dice:
"Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección." Este Hijo es Aquél de quien Isaías dijo: "Este es el Dios de mi salvación: yo tengo confianza y no temo, porque el Señor es mi fuerza y mi protección; él fue mi salvación". Es quien viene a saciar a los hambrientos y sedientos, con su Amor fiel, por eso Isaías llama la atención a quienes buscan saciarse por medio de otras cosas que pasan y que no hacen feliz a la persona.

Pero Dios es tan bueno con nosotros, que a quienes hemos sido bautizados nos regala formar parte del Cuerpo de Cristo y, por lo tanto, nos regala que todo lo que se diga de Jesús se pueda decir de nosotros. Esto significa que hoy, a cada uno nos dice "Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección", y con esta frase nuestra identidad más profunda queda definida para siempre. Frente a tantos que nos subestiman, y nos dicen cosas feas de nosotros, frente a un sistema consumista que busca convertirnos en máquinas de producción y consumo, frente a tanto que nos dicen "sos un número", "tu vida no me importa", haciéndonos creer una identidad falsa, Dios sentencia "Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección". Desde entonces nadie puede decir con verdad que no es amado por nadie, porque nuestra identidad más profunda es la de seres profundamente amados por Dios, con un amor de predilección, con un amor fiel hasta la muerte y muerte de Cruz. 

Un regalo tan grande, y tan gratuito porque no hemos hecho nada para merecerlo, no admite ser encerrado egoístamente; pide comunicarse a los demás, y a esto nos invita San Juan en el fragmento de la carta que leímos. El amor a Dios implica el amor a los hermanos, éste es el mandamiento de oro del cristiano. Con este amor es posible, en Jesús, vencer al mundo, en el sentido joánico de vencer todas las fuerzas del odio y la oscuridad.

A este Dios tan bueno vamos a pedirle que nos ayude a conservar grabadas a fuego en nuestro corazón sus palabras: "Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección". Y a María, nuestra Madre que nos ayuda, ella que fue la primera misionera de este amor, le vamos a pedir que nos ayude a comunicar a tantos/as hermanos/as necesitadas de encontrarse con este amor que libera, que salva, que nos hace plenamente felices.  

P. Leonardo
padreleonardov.blogspot.com

martes, 6 de enero de 2015

¡Feliz día de Reyes!

Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios!, que en Jesús se nos manifestó, revelándonos su inmenso amor por nosotros.

Celebramos hoy la solemnidad de la Epifanía del Señor, es decir, cuando los magos de Oriente se encontraron con la Sagrada Familia en el pesebre. Leímos en el Evangelio las peripecias de estos hombres buscadores de una Luz que sólo el Salvador anunciado desde antiguo podía traer. Para llegar hasta Él debieron dejar todo, y embarcarse en un largo viaje, asumiendo muchos riesgos, no sólo de la naturaleza, sino también del poder político, al enfrentarse a un inescrupuloso como Herodes, y debiendo buscar la manera de evitar un nuevo encuentro con él. Estos hombres, que habían hecho frente al poder humano, un poder que pasa y que era usado para oprimir a los hermanos, no dudaron en seguir su búsqueda de un Poder que no pasa, un Poder que libera y salva; un Poder que no se manifiesta con ejércitos ni riquezas, sino en la debilidad de un bebé acostado en un humilde pesebre. Él es la Riqueza, y nuestros regalos no son nada frente a la Luz y Amor que Él nos regala.

Este hecho ya había sido profetizado siglos antes por Isaías, utilizando un imagen por demás hermosa: "¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti!
Porque las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones, pero sobre ti brillará el Señor y su gloria aparecerá sobre ti.  Las naciones caminarán a tu luz y los reyes, al esplendor de tu aurora.  Mira a tu alrededor y observa: todos se han reunido y vienen hacia ti..."
Al celebrar juntos la Epifanía, hoy también se cumple para nosotros
esta Palabra. Tantas veces nos dejamos ganar por las preocupaciones, los problemas las malas noticias, tantas veces miramos la realidad con ojos pesimistas; todo parece envuelto en oscuridad. Hoy, en Jesús, la Luz lo invade todo, y alcanza nuestros rincones más oscuros. Hoy, su Luz nos sana y salva. Porque este Niño es Aquél del que dice el salmista:
"Él librará al pobre que suplica y al humilde que está desamparado. Tendrá compasión del débil y del pobre, y salvará la vida de los indigentes". Él viene en ayuda de nuestra debilidad y pobreza. Él hace maravillas con lo poco que le damos.

Quisiera invitarles a pensar: ¿qué ofrenda puedo hacerle al Señor en este año que acabamos de comenzar?; y, ¿qué situaciones necesito que este Niño sane con su Luz?

A este Dios que es tan bueno, vamos a pedirle que ilumine todos los rincones de nuestra vida, y llene todas las vivencias de este año con su Luz y su Amor. Y a María, nuestra Madre que nos ayuda, que supo guardar todas estas vivencias en su corazón, le vamos a pedir que nos ayude a hacer lo mismo, a conservar la Luz de la Navidad en nuestro corazón, para que podamos después ser misioneros de esa Luz para aquellos/as hermanos/as que más lo necesitan. 

P. Leonardo
padreleonardov.blogspot.com

lunes, 5 de enero de 2015

Una educación de calidad que no tiene precio.

Nuestra psicóloga institucional nos hizo llegar esta imagen, como para recordar que la educación no tiene vacaciones, y que todos somos responsables de ella.