Les debíamos el cuento ganador de nuestro concurso de cuentos. Fue escrito por Juana Caballero de tercero y aquí lo transcribimos.
Los Ojos Violetas
"Serena bajó de mal humor del auto y repitió por millonésima vez que no quería quedarse allí. Su madre comenzó, por millonésima vez, su aburrido discurso:
-Tenés que despegarte de la tecnología, no podés vivir pegada a los celulares, acá vas a estar en contacto con la naturaleza, vas a hacer nuevos amigos, ¡vas a ver que me lo vas a agradecer!
-Como quieras- contestó su hija de mal humor.
Luego de despedirse, Serena buscó la cabaña que le había sido asignada, hasta dar con la número 13. Al entrar, allí ya había tres chicas, que, al verla, le sonrieron. Lo único que faltaba, chicas simpáticas que habían llegado a ese campamento con ganas de hacer nuevos amigos. Serena quería matarse en ese mismo momento, no era la mejor relacionándose con la gente, -esa había sido una de las razones de su madre para meterla en el campamento de verano- y ahora, estaría obligada a compartir una cabaña con esas chicas. Trató de ser positiva, y les sonrió de vuelta. “A lo mejor no es tan malo”, pensó, y no se equivocó.
Tras pasar todo el día juntas, a Serena le terminaron cayéndole bien las jóvenes: las gemelas Tara y Jennie, de grandes ojos verdes y cabellos castaños, que hablaban con un raro acento, y otra chica más bajita y de cabello muy oscuro: Ana. Las cuatro tenían la misma edad, y muchas cosas en común. Estuvieron juntas todo el día, conociendo el lugar y haciendo amigos nuevos. El día se pasó muy rápido, y Serena estaba muy cansada. Ni bien apoyó la cabeza en la almohada, se durmió muy tranquilamente, sin pensar que muy pronto algo pasaría que lo cambiaría todo…
En sus sueños, Serena solo veía unos grandes ojos violetas. Solo eso .Ojos violetas… en medio de la oscuridad. Y los ojos violetas la miraban fijamente. Y se acercaban, cada vez más y más… y la miraban amenazadoramente, y se acercaban… se acercaban…
Serena se despertó del sueño muy agitada. Casi sentía que el corazón se le iba a salir del pecho. “Solo fue un sueño” pensó para tranquilizarse. Pero había sido un sueño muy extraño. Había sentido muy real todo lo que en el sueño había pasado.
Mirando en medio de la oscuridad, descubrió a sus amigas, cada una sentada en su respectiva cama, que miraban hacia un punto en un rincón de la cabaña. Las tres parecían asustadas. Serena no sabía por qué. Hasta que los vio.
Sí. Eran los mismos que en el sueño, igual de brillantes y amenazadores… “Tu mente te está engañando”, se dijo a sí misma, pero no se pudo convencer.
Los ojos las acechaban desde un rincón, y las chicas no sabían que hacer, estaban aterradas. De repente algo que ninguna de ellas esperaba ocurrió: los ojos se desvanecieron como por arte de magia, simplemente desaparecieron.
Ninguna podía decir siquiera una palabra, no podían ni moverse del miedo y la sorpresa. Entonces Ana, valientemente, se levantó de su cama y abrió la puerta de la cabaña, y con un gesto hizo entender a las otras que la acompañaran afuera, pero las demás negaron con la cabeza.
-No sean miedosas, vamos a decírselo a alguien, ustedes vieron los ojos ¿verdad?
Las otras tres asintieron.
-Entonces acompáñenme, vamos a decírselo a algún adulto, capaz que hay algún animal peligroso…
Las chicas aceptaron y siguieron a Ana. Afuera, todo estaba sumido en un sepulcral silencio. Se suponía que algún animador estaría por allí, inspeccionando que todo estuviera en calma, sin embargo no parecía haber nadie.
Decidieron volverse a dormir, pero, como era de esperar no pudieron dormir nada. Pasaron el resto de la noche conversando sobre el tema. Revisaron toda la habitación, pero no encontraron nada raro. Decidieron que no lo contarían a nadie, pero que lo harían si volvía a ocurrir, tal vez estaban haciendo mucho drama y solo había siendo un animal, sin embargo, ¿por qué Serena había tenido ese sueño antes?
Se lo comentó a las chicas, y las cuatro se estremecieron al saber que todas habían tenido ese sueño, porque eso les daba a entender que realmente no era un simple animal lo que habían visto. Además, ¿qué animal tiene los ojos violetas?
Esa noche, ninguna de las cuatro estaba muy segura de si iba a lograr dormir. Se pasaron un rato conversando, hasta que, finalmente, el sueño las empezó a vencer, y lo conciliaron.
Al principio todo estuvo bien, Serena y las demás dormían tranquilamente, pero no sabían que una horrenda criatura, de ojos muy brillantes y violetas, las acechaba desde un rincón de la habitación…
Las pesadillas no demoraron en aparecer, pero esta vez mucho más fuertes que la noche anterior. Todo parecía más real, y cuando despertaron, todo era oscuridad y las cuatro se sentían completamente invadidas por el miedo, y se lamentaban no haber dejado la luz de la cabaña prendida.
Y allí estaban. Los ojos las observaban desde el mismo rincón que el día anterior, pero esta vez, se acercaron peligrosamente hasta la cama de Ana, donde la tenue luz de la luna entraba por la ventana y permitía ver un poco más. Y lo que vieron… Lo que vieron las dejó completamente heladas.
Era una criatura horrorosa, tenía la figura de ser humano, se podía decir que era como una muchacha de 15 o 16 años, pero se arrastraba por el suelo ayudándose con las manos, que tenían la piel despellejada, las uñas arrancadas, y cubiertas por completo de sangre. El cuerpo cubierto con un vestido blanco, bastante roto, y con algunas manchas de sangre. Sangre… Era lo que abundaba por todas partes, en todo el cuerpo, y en su rostro, que en algún momento habría sido bonito, pero que ahora, observarlo era como ver a la cara a tu peor pesadilla. Lo único de ese rostro que aún era bello, eran los ojos violetas. Los brillantes ojos violetas.
Serena juntó aire y elevó un grito que fue escuchado en todo el campamento. Un grito lleno de espanto, terror, miedo, o como quieran llamarlo. En cuestión de segundos, un par de animadores entraron corriendo por la puerta y prendieron la luz, a la vez que preguntaban a los gritos que ocurría. Ellas señalaron hacia donde había estado la monstruosa criatura, pero allí ya no había nada, había desaparecido como por arte de magia, igual que la noche anterior…
Un rato después, un poco más calmadas, sentadas en el comedor junto a la directora del campamento y los animadores que las habían sacado de la cabaña, pudieron explicar lo que había ocurrido. Ellos no sabían si creerles a las jóvenes, pero al verlas tan asustadas, con el miedo dibujado en sus caras, y los llantos y el tartamudeo, comprendieron que nada de lo que ellas habían dicho era inventado.
Sin embargo, ellos estaban convencidos que se trataba de algunos jóvenes bromistas, y se lo hicieron saber a las jóvenes:
-Seguramente fuera alguien jugándoles una broma de muy mal gusto. No se preocupen, en este mismo momento los otros animadores están revisando las cabañas y controlando que cada uno esté en su lugar- les comentó la directora.
-Vamos a descubrir quiénes fueron, no se preocupen.- añadió una animadora llamada Lucía.
Pero ni a Serena ni a sus amigas las lograron convencer con esto. Y al final, la teoría de que todo se trataba de una broma comenzó a derrumbarse cuando no encontraron a ninguno de los adolescentes fuera de su lugar, ni con indicios de haber estado disfrazados.
Entonces, los adultos empezaron a preguntarse: ¿qué era realmente lo que vieron la chicas de la cabaña 13? ¿Era sólo una broma de unos adolescentes?
No sabían que esa misma noche lo descubrirían de la peor manera…
Finalmente, después de todo un agotador día, la hora de dormir llegó.
Serena y sus compañeras se preparaban para dormir en la cabaña de siempre, solo que esta vez, la animadora Lucía las acompañaría.
-Vamos a ver quién es el estúpido que está jugándoles esta broma, vamos a ver si hoy se anima a aparecer- se reía.
Pero la risa no tardaría mucho tiempo en desaparecer…
La lluvia caía con intensidad, y el viento, que sacudía las ramas de los árboles y las aguas del lago, entraba por las rendijas de la puerta, y como una mano de ultratumba, helada y siniestra, acariciaba los rostros de las cinco mujeres que dormían en la cabaña
13.
Las pesadillas no tardaron en atacar a las pobres mentes de las cuatro adolescentes, que desde las dos noches anteriores apenas podían conciliar el sueño, y las volvió a envolver en el terror y la oscuridad, con ojos violetas, criaturas con cuerpos destrozados y sangre invadiéndolo absolutamente todo.
Pero esta vez, alguien más sufría las pesadillas.
Lucía quería despertar y gritar, pero la bruma del sueño la envolvía por completo, y llegó un punto en el que ya no pudo luchar contra los ojos violetas que tan fija y siniestramente la observaban. La lluvia seguía cayendo con una fuerza descomunal y el viento se seguía colando por las rendijas, acariciando su rostro y acompañándola en sus pesadillas. Y también acompañándola en lo que seguiría después, y marcaría su vida para siempre. Bueno, si es que lograba seguir con vida…
Se despertó cuando sintió que algo goteaba sobre su cara, aunque no le molestó en ese momento. Al contrario, lo agradecía, porque gracias a ello logró despertarse de la pesadilla.
Trató de ver a su alrededor, pero todo estaba sumido en una escalofriante oscuridad.
No se veían los ojos violetas brillando por ningún sitio de la habitación, lo cual la hizo sentirse algo mejor. Pero este sentimiento solo perduró unos segundos, porque nuevamente como por arte de magia, los ojos aparecieron. Esta vez, justo frente a su cara.
Serena sintió que se le paralizaba el corazón, no fue capaz ni de emitir ni un sonido. El miedo había podido una vez más con ella, pero esta vez todavía más fuerte. Esta vez, la había consumido por completo.
Al final, logró reunir lo suficiente de aire como para emitir una sola palabra:
-Lucía…-dijo, o al menos intentó decir lo suficientemente alto como para ser escuchada, lo que al parecer no logró.
Pudo ver los ojos, que tenían una expresión como de sorna.
En ese momento decidió que el miedo no iba a poder con ella, que era lo suficientemente fuerte como para vencerlo, y por un instante logró reunir la valentía y el aire para dar un grito, que se escuchara por todos lados. Sin embargo, no pudo hacerlo porque en ese momento sintió como el cuchillo se clavaba muy cerca de su corazón.
En ese momento, sintió como el cuchillo se incrustaba en su hombro izquierdo.
Lucía se despertó de su mundo de pesadillas al sentir unos quejidos. Se incorporó y prendió la luz a una velocidad récord, y lo que vio, batió el récord de lo más horroroso.
La criatura estaba sobre Serena, era aún más siniestra que en las descripciones, y estaba sacando un cuchillo ensangrentado de la clavícula izquierda de la adolescente. La bestia terminó de sacar el cuchillo sin dignarse a darse la vuelta a observar a Lucía, que la había interrumpido. Ya se disponía a clavarlo en el pecho de la víctima cuando Lucía le agarró el brazo,-ensangrentado y con la piel despellejada- y logró forcejear hasta que el cuchillo se clavó en el colchón de la cama de Serena, en ese momento, la criatura levantó la mirada y observó con sus ojos violetas a Lucía. Ella intentó gritar, pero el monstruo le dio una cachetada que la voló al piso. Entonces, la bestia caminó hacia ella con el cuchillo en la mano. La pobre Lucía presintió que ese sería su fin, así que miró a su alrededor, y vio sobre una cama, a Serena, que no podía moverse por culpa del dolor que sentía en la herida que no dejaba de sangrar. Vio que ésta estaba intentando gritar, pero que la voz no le salía, cuando se percató de que en las otras camas, la sangre caía por las sábanas hasta el piso.
Con los ojos llenos de lágrimas, se dispuso a cerrar los ojos y aceptar su dramático y sangriento fin.
Pero el fin no llegó, porque un par de animadores aparecieron por allí al escuchar ruidos extraños y abrieron la puerta, salvando así a Lucía de su fin, ya que ni bien la puerta se abrió la figura desapareció como por arte de magia, dejando caer el cuchillo que tenía en la mano al suelo, mirando muy fijamente a los ojos a la joven.
El alivio de haber salvado su vida, solo duró unos segundos. Lucía volvió a la realidad cuando escuchó la voz desesperada de sus compañeros al descubrir los cuerpos de Ana, Jennie y Tara, cada uno en sus respetivas camas, con varias heridas, y cubiertas de sangre.
Se sintió culpable. De haber estado despierta, tal vez hubiera podido hacer algo, aunque lo más probable es que hubiera terminado muerta ella también.
Sintió que alguien le tocaba el hombro y se pegó un gran sobresalto, pero se relajó al ver que era Serena, que con lágrimas en los ojos, trataba de levantarse de la cama y acercarse a ella. Lucía se percató de que la herida de Serena en el hombro todavía sangraba y se dispuso a ayudarla, pero Serena le señalaba algo tras ellas, Lucía palideció al pensar que tal vez la criatura hubiera vuelto y se encontrara detrás de ella en ese momento. Serena entendió su miedo y negó con la cabeza, así que Lucía, se animó a darse vuelta. Entonces vio en el piso, algo que hubiera preferido no ver nunca. Allí, al lado de su colchón, en el piso, estaba el cuchillo ensangrentado. Lucía palideció al darse cuenta de algo: ella había llevado un cuchillo del comedor a la cabaña por si tenía que defenderse de algo o alguien. Luego de ello dejó el cuchillo al lado del colchón en el que durmió. La bestia de los ojos violetas usó ese cuchillo con la intención de matarlas a todas. Y lo logró con algunas de ellas.
Lucía cayó desmayada al entenderlo.
Cuando despertó, estaba en una ambulancia. Una doctora le preguntó como se sentía, pero Lucía no podía responder. Se había quedado muda. Muda por completo. No tenía idea que muy cerca de ella, en otra ambulancia y en otra camilla, a Serena le pasaba lo mismo que a ella.
Afuera se escuchaban las sirenas de ambulancias y patrullas.Un minuto después, Lucía bajaba de la ambulancia y se iba a declarar. Sabía que tal vez la declararan culpable, y la rabia la consumía por completo.
Serena ya había sido curada de los daños físicos, pero los daños mentales… esos seguramente no se fueran nunca. Se sentía horrible al pensar que nunca más vería a Tara, ni a su hermana Jennie, ni a la tímida Ana. Las lágrimas no dejaban de caer por sus mejillas al pensar en todo lo que había ocurrido unas horas antes. Y en esa bestia de ojos violetas… Nunca sabría qué cosa era ese bicho que casi le había quitado la vida.
Lo único que quería era estar con su madre. Su deseo se hizo realidad unos minutos después, cuando su madre llegó al hospital, la abrazó, la besó y, por supuesto, lloró y se echó las culpas de todo lo que había ocurrido.
-Si no te hubiera mandado a ese campamento…
-Tranquila mamá, dejá de culparte
Su madre la miró a los ojos y palideció.
-Tus ojos…-susurró
-¿Qué pasa?- preguntó Serena.
-El color…
Serena se acercó al baño, donde había un gran espejo. Un poco más lejos de allí, recién llegada a la comisaría, Lucía caminó hacia un espejo. Notaba algo raro en sus ojos.
A medida que ambas caminaban hacia sus respectivos espejos, se daban cuenta que algo había cambiado.
Y al llegar y verse frente a sí mismas en los espejos, ambas sintieron que sus corazones se pararon por un instante.
Sus ojos… sus ojos ahora eran violetas".