Nuestra concepción de vacaciones es un poco chata y amputada. Confundimos vida activa con vida laboral, como si la vida fuera la vida laboral con sus correspondientes vacaciones; como si toda la actividad que realizamos es para ganarnos la vida o para descansar de ello y volver a la tarea. Esto sería como vivir bajo una cúpula sin cielo. Bajo la cúpula nos convertimos en meros animales laborantes y amputamos la realidad humana. Eliminamos la novedad y la trascendencia. El trabajo y las vacaciones irán perdiendo calidad progresivamente.
Todo esfuerzo precisa su descanso y toda actividad un cese. No hay tensión que no exija relajación ni actividad continuada que no exija recreo.
Muchos trabajan para divertirse, para conseguir el dinero que les permita consumir lo que quieren y pasarlo bien.
Nuestra actividad tiene un curso del que necesitamos divertirnos, separarnos cambiando de actividad. La diversión es una necesidad humana e ingrediente necesario en la vida. Pero uno se di-vierte de algo, se separa de un camino. La diversión no puede ser ni un estilo de vida ni el centro de la vida. Si valoramos la vida por la diversión, vamos al absurdo. Es como despreciar el camino para ir por las cunetas.
Tener vida libre no es solo parar de trabajar y tener vacaciones en las que poder hacer lo que queramos; vida libre es realizar actividades superiores que nos enriquecen como personas. Las vacaciones pueden ser un buen tiempo para retomar la vida con más libertad y ejercitar actividades humanizantes.
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