Tomado de lafamilia.info.
Al educar a los hijos en el valor de la gratitud, se les brinda una pieza clave para la construcción de su madurez, además lleva consigo otras enseñanzas como el esfuerzo, la humildad, la reciprocidad, el respeto, la generosidad, la laboriosidad.
El agradecimiento, además de ser una muestra de buena educación y respeto, proporciona felicidad, capacidad de goce y asombro, algo primordial en el ser humano. Por eso decimos que la gratitud abre los ojos, el corazón y la conciencia, puesto que por más insignificante que algo parezca, esta virtud lo engrandece y lo llena de gozo. Quien no agradece lo que es, lo que recibe y lo que tiene, vive amargado e instatisfecho, anhelando aquello que no ha podido lograr.
La gratitud se aprende en la familia
La familia es a quien le corresponde sembrar la semilla de la gratitud desde las primeras edades de los hijos y continuar el proceso a lo largo de su crecimiento.
Los padres han de proponerse que sus hijos vivan el agradecimiento como una actitud habitual, tanto en el trato con los demás, así como con la vida misma y con quien la hizo posible. De igual modo, es importante enseñarles a agradecer los alimentos que reciben, la posibilidad de estudiar, de tener una familia, de compartir con otros, de aprender…; en fin, tantas y tantas cosas que por momentos se nos vuelven invisibles a la vista y damos por hecho que nos pertenecen.
De esta forma los hijos crean conciencia de que el mundo no está rendido a sus pies en espera que ellos pronuncien su petición, sino que las cosas que se obtienen merecen un valor y un agradecimiento.
Cómo promover la gratitud en casa
Las siguientes son algunas ideas que promueven la virtud de la gratitud en el hogar. No hay que olvidar que son aplicables a todos los miembros de la familia, no sólo a los chicos, pues el ejemplo de los padres es un elemento básico para el aprendizaje de valores.
- Fijarse en las cosas buenas que suceden, así como en las fortalezas de las personas.
- Percatarse de las necesidades que pasan otras personas y poner los propios dones a su servicio.
- Saber disfrutar de las cosas y situaciones de nuestra vida, sobre todo de lo más sencillo.
- Valorar los sacrificios y esfuerzos que hacen los demás para darnos lo que necesitamos.
- No exigir otras cosas, sino agradecer aquello que se nos ofrece.
- Dar siempre las gracias en compañía de una sonrisa, aunque sea por cosas aparentemente pequeñas y sin importancia.
- Cuidar de las cosas que se nos han sido regaladas, mantenerlas en orden, hacer un uso apropiado de éstas y compartirlas con quien las necesite.
- Volver una costumbre, el ofrecer detalles entre hermanos, padres e hijos.
- En la noche, agradecer los dones recibidos a lo largo del día y en la mañana siguiente, agradecer por el nuevo día y ofrecer vivirlo de la mejor manera.
- Nunca quejarse o lamentarse por lo que no se tiene.
- Disfrutar de las actividades que se realizan en familia.
Para finalizar, una reflexión de Francisco Gras de la Escuela para Padres: “La gratitud con los padres, es un deber de cariño elemental. La gratitud con Dios, es un homenaje que arranca de lo más profundo del corazón. La gratitud a los demás, es señal de ojos abiertos y corazones humildes. El mundo necesita una buena dosis de gratitud hacia los demás y un poco menos, de reivindicaciones. Hay que pedir lo que nos falta y nos corresponde, pero sin olvidar que también hay que agradecer, lo que recibimos.”
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